miércoles, 12 de noviembre de 2008

DESPUES


No es fácil decir qué hay después de la vida en la Tierra, porque la vida en la Tierra es ya un después, uno de los múltiples, infinitos después que tú puedes encontrar después de la vida en la Tierra, después de la vida en el mundo de los astros, después de la vida más allá de los astros donde vive la Luz, después de la vida en la Luz y con la Luz, después de cada manifestación de Dios Padre Omnipotente que ha decidido llenar de vida todo el Universo y ya nada ha quedado como antes, en la continua y perpetua transformación del Cosmos en otros cosmos más pequeños, en cosmos más grandes y lejanos, en momentos más profundos de Luz, en fragmentos de lluvia, en suspiros, en sonrisas, en cada soplo de viento, en amar a alguien, en ser personas felices, en admirar un paisaje, en ser conscientes de la presencia de Dios en nosotros, en admirar un cuadro, en amar a un ser humano, en abrazarlo, en saludar el sol por la mañana, en el oscurecerse del cielo por la noche, siempre y en todas partes hay un después. Siempre.

Hay también un antes, pero el antes no cuenta más que como punto de partida y lo que cuenta es el punto de llegada.

Cuando el alma sabe que ha llegado a su punto final en una etapa cualquiera, cambia de ambiente y va adonde se puede renovar y tomar nueva vida para una nueva vida, pero es sólo y siempre vida: en el cielo, en la Tierra, en el mar, en las nubes, bajo las piedras, en el corazón de la Tierra, en el sol, en la luna y en miles y miles de cuerpos celestes que vagan en el mundo infinito de Dios y allí cada vida espera la vida y cada ser espera sólo vivir de mil maneras diferentes.

La vida no es un concepto, es una realidad cuyo sentido es irrepetible y su renovación aparente es continua y es constante en su tomar nuevos aspectos de vida.

Nada es caduco ni uniforme, todo es infinitamente variado y múltiple hasta el final de un ciclo y no hay más que vueltas y vueltas a otras formas de vida, pero todo es vida y en sus múltiples formas también una brizna de hierba es vida y siempre es vida y transformación y nunca es la muerte.

Para ir a otros mundos no sirve el cuerpo terrenal, no se puede subir a un monte en coche, hay que dejarlo abajo en el valle, así ocurre con el cuerpo, no sirve par ir a otro tipo de vida por lo tanto, una vez dejado aquí en la Tierra, no sirve más que como chatarra, o sirve para hacer florecer otras cosas: un arbusto, un pino, un rosal, un vestido que ha nacido de una planta de lino, un sombrero que ha nacido de la lana de una oveja, una bufanda de seda que ha nacido de un gusano, una cestita de mimbre, un paraguas, un cigarrillo, un mueble de madera, un poco de gasolina, un fuego en la noche, un perfume fabricado con las flores, el sayal de un fraile, un recuerdo, una sonrisa, una vuelta a los lugares más amados aquí o allá, dondequiera que sea, donde te lleva el recuerdo y allí tú anidas de nuevo y vuelves a vivir lo que ya has vivido y no te das cuenta de que, cuando recuerdas tu vida pasada, por un momento, por una hora, vuelves a vivir cosas pasadas y vuelves y vuelves a vivir sin descanso y la vida no cesa.
La vida, en sentido absoluto, es eterna y no termina nunca; en sentido relativo es la vida de cada uno de vosotros y nada más. Comprenderás ahora cuán importante es el amor y qué poco cuenta todo lo demás.

Cada semilla está contenida en potencia dentro de cada árbol y el árbol es altísimo y lleno de semillas que se renuevan y dan a su vez nuevas semillas y nueva vida y nueva sombra y nuevos frutos y nueva vida. Siempre.

¿Dónde crees tú que reside el secreto de la vida si no es en el amor que da y que crea?

90. [21/2/1999]

Vosotros sois una de las infinitas manos de Dios y cada uno de vosotros es una de Sus manos, pero no tenéis conciencia de ello.

Concédele, Señor, al hombre
ser Dios en plena conciencia y dominio.
Concédele, Señor, al hombre
ser Tú en cada uno de sus actos.
Concédele, Señor, a cada hombre la conciencia
del Bien que alberga dentro de él.
Concédele, Señor, al hombre ser plenamente Tú
en cada momento consciente del día.
Concédele, Dios mío, al hombre
ser plenamente Dios sin soberbia.
Concédele, Señor, al hombre
ser Tú por amor a Ti.
Concédele, Señor, ser Tu mano y Tu corazón,
Tu acto y Tu acción.
Sé Tú, Señor, su despertar y su sueño
su descanso y su cansancio, su principio y su fin
al final de cada ciclo terrenal
y dale, Señor, el valor y el amor de ser Tú.

Dame, Señor, la mano que cura
Dame, Señor, la palabra que consuela
Dame, Señor, la mirada que ayuda
Dame, Señor, el don de amar
Date a mí, Señor, como Dios y como amor

91. [23/2/1999]

Hombre, dame tu mano y deja que Yo te lleve donde la hierba es más verde y donde el sol no deslumbra porque brilla desde dentro, donde cada cosa es Luz y la Luz es todas las cosas.

92. [24/2/1999]

¡Si supieras lo que significa llegar al final de un largo camino y ver que te espera aquel a quien más amas y a todos aquellos que amas y has amado, y vieras sólo amor en sus ojos y en sus palabras que son sólo amor!
Tu encuentro con el amor del que te ha amado, el encuentro de tu amor con quien tú has amado.

93. [27/2/1999]

Tienes que ver a Dios en todas las cosas y no dejar que Doña Tristeza se adueñe de ti y te lleve adonde ella quiere, porque tú eres dueña de ti misma y nada te puede turbar, porque a Dios nada ni nadie le turba.

94. [1/3/1999]

La vía es Una pero múltiples e infinitas son las vías que tú has recorrido para llegar hasta Mí con total integridad y armonía.

Toma contigo todas tus fuerzas y nunca permitas que nada ni nadie perturbe tu búsqueda del Bien, búsqueda que se afloja cuando no encuentras respuesta en las personas que tienes cerca de ti.
Cuando se tiene un camino por delante, nada ni nadie nos puede detener. Por tanto pídele solamente a tu Dios y Señor el amor de los que te rodean, porque otra cosa es lastre y peso inútil que no te permitirá ir hacia adelante más de lo que puede un caracol, en la hierba mojada por la lluvia de la primavera.

Debes sonreír siempre, porque tu sonrisa es tu mensaje para quienes te miran. La vida es en verdad una gran conquista y no hay nada que tú no puedas hacer, por tanto aleja de ti cualquier pensamiento fugaz, triste y penoso, y no pienses más que en ese Dios que te mira, te ve, te ama y te escucha, siempre.
Ten siempre el valor de ser feliz, incluso cuando el alma se encuentra envuelta en la tristeza, debes llevarle la luz y decirle lo que ella todavía no sabe: que debe beber en todo momento del Corazón que mana y mana y nunca cesa de manar y parece una fuente de amor, como, en el tiempo pasado, cuando la samaritana escuchaba aquellas palabras. ¿Y si tú hubieses sido la samaritana, qué más habrías podido pedir, si Le hubieses visto y escuchado y Le hubieses dado a Él el agua terrenal a cambio del Agua Celestial?

Nunca pierdas tu dimensión terrenal, pero sobre todo no olvides nunca, nunca, nunca tu dimensión celestial.

95. [2/3/1999]

No hay comentarios: